24 noviembre, 2024

La mala suerte del gobernador Cuitláhuac García.

Miguel Ángel Gómez Ruiz

Desde antes de su primera campaña al gobierno de Veracruz en la que fue derrotado por Miguel Ángel Yunes Linares, el morenista Cuitláhuac García se había destacado por ser un aficionado a la camorra.

Era la parte dura de un PRD en la que su militancia resolvía las cosas a base de amenazas, jalones de cabello y cachetadas. El entonces perredista se hacía acompañar de amigos que hoy ocupan cargos importantes, como el caso de Dorheny García Cayetano que jamás se le separó, ni cuando fue diputado federal y menos ahora, en la que ella ocupa una secretaría.

Así era Cuitláhuac, rebelde, obedeciendo órdenes de los jerarcas perredistas y luego de los morenistas. Se manifestaba dondequiera y siempre se las arreglaba para salir golpeado y despeinado.

Cuando ganó la gubernatura –gracias al efecto López Obrador- siguió igual. Siempre le ha valido un cacahuate la opinión de los demás, salvo la de su líder, López Obrador, quien le considera honrado y capaz.

Como gobernador jamás ha sido institucional. Es de arranques y hace lo que sabe –que no es mucho- y se avienta a hacer las cosas. Odia la formalidad y las reuniones largas. Se impacienta y después de los eventos en las que derrama lo poco o mucho que tiene de seriedad, vuelva a ser el de siempre.

Hace unos días, se llenó la boca presumiendo que en Veracruz no se habían reportado asesinatos y atacó a la militancia derechista de que en Guanajuato había muchos crímenes.

Se ufanó que la seguridad pública en Veracruz ha alcanzado sus objetivos y jamás imaginó lo que vendría después. Una niña menor de diez años, un mecánico ejecutado en su taller y una maestra arteramente asesinada afuera de una escuela fueron el ejemplo de que las palabras se las lleva el viento. Y no fueron los únicos casos. Todo se vino abajo para el gobernador.

Por supuesto, prometió lo que siempre ha dicho, que no habría impunidad y que se daría con los agresores. En tanto eso ocurra el resultado seguirá siendo el de siempre. No pueden.

Por cierto, el mandatario debe aprender que detener a un sospechoso o a un incauto no es hacer justicia. La justicia llega al momento en que un criminal es juzgado y condenado por el delito.

Pero a sabiendas que tiene a un personal incapaz en la Fiscalía General del Estado y que cuenta con una policía que violenta la ley cada que puede, el mandatario no puede estar tranquilo.

Y digo que hay una policía que violenta la ley porque esta policía llega a los hogares a detener a sospechosos –sin orden judicial- y se los lleva. Para más, tapan los números de las patrullas y se llevan a los sujetos, les dan su golpiza y posteriormente los presentan como los culpables.

Que no olvide el mandatario que los únicos que pueden entrar a las casas a realizar detenciones y con la orden de un juez son los policías ministeriales, más no los policías estatales o municipales.

Es muy diferente a que los elementos ingresen a un hogar cuando ocurren hechos violentos, allí sí se pueden llevar a quienes participan en los hechos. Así de simple.

Por lo tanto, hasta ahora, la estrategia de seguridad en Veracruz ha fallado. La Fiscalía General del Estado ha fallado. En Seguridad Pública han fallado. Él ha fallado.

Y en lugar de mejorar y ser efectivos, quieren al Ejército en las calles.

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