¿Haz sido estafador o estafado?

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Por: Jan Xahuentitla

Estos últimos días se pusieron de “moda” series y películas que tienen que ver con estafadores: “El estafador de Tinder”, “Quién mueve los hilos” e “Inventando a Anna”.

En la primera de ellas, Shimon Hayut se hacía pasar por Simon Leviev conocido como el “Rey de los Diamantes” y por millonario. Es a través de la aplicación que conoce a chicas y hacen “match”, las invita a salir, les paga todo y al final, ellas tienen que prestarle dinero porque según él, se encuentra en problemas.

La segunda es una miniserie (de cuatro capítulos) “Quién mueve los hilos”, Robert Freegard se hace pasar por un espía británico para engañar a sus víctimas y sus familias sin dinero. Ésta hace relevancia en una familia, pues logró que sus hijos se alejaran de su mamá.

Finalmente está la miniserie (de nueve capítulos) “Inventando a Anna”, Anna Delvey era el seudónimo de una mujer alemana llamada Anna Sorokin que se mudó a Nueva York en 2013. Con el nombre falso, Sorokin fingió ser una rica heredera alemana para establecerse en la escena social de Nueva York.

Quise empezar con esos ejemplos, porque sin temor a equivocarme, casi todos, si no es que todos hemos sido estafados. Y al ver este tipo de filmaciones, me acordé de cuando querían estafar a Pedro, sin su mejor amigo y su novia, no sabe cuánto hubiera perdido de dinero o peor, cuánto hubiera pagado. Pero aquí les va la historia:

Cuando recién empezó la pandemia un excompañero del bachiller se contactó con él por Facebook y le escribió tal cual: “Haz estado asegurado en estos últimos tres años 2017, 2018 y 2019… como estoy en el sat estoy haciendo las devoluciones del isr algunos conocidos les e estado devolviendo casi de 7000 a 8000 mil pesos” (sic).

Sin embargo, Pedro no cotizaba en el IMSS, pero recordó que en su penúltimo trabajo, sí contaba con ese servicio, por lo que le contestó por la misma vía de comunicación que si podía checarlo, obviamente le dijo que sí, pero para eso él necesitaba su firma electrónica y le dijo que no la tenía.

Días después él excompañero le había conseguido una cita en el SAT -algunas veces tardan bastante tiempo en agendar por la demanda que hay-, fue, sacó la firma e hizo todo el procedimiento. Cuando ya tenía todo, se lo hizo saber, el estafador lo invitó a comer y para quedar bien, pagó la cuenta. Ya en los tratos, le comentó que necesitaba un adelanto de 800 pesos para que la persona encargada iniciara con eso, por todo el trámite cobraban mil 500 pesos y que en algunas ocasiones, lo hacían gratis. ¿Y qué creen? Qué accedió, para no hacerles el cuento largo, le dio su firma electrónica con contraseñas y todo, así en bandeja de plata; el dinero que le había pedido y además, un estado de cuenta con número de tarjeta, número de cuenta y la CLABE.

Sin embargo, su mejor amigo le decía que tuviera cuidado, que algo no le “cuadraba”; le contó a su novia y le dijo lo mismo. Al principio decía que su excompañero no era capaz de hacer algo malo y la verdad es que sí necesitaba el dinero, pues se encontraba sin trabajo y tenía pagos que realizar.

Pasaron los días, estuvo reflexionando cada día más, hasta que le pidió una captura de pantalla del supuesto saldo a favor y solo le dijo que lo iba a solicitar, pasó un día, luego otro, entonces en un acto de desesperación cambió la contraseña de su firma electrónica y lo logró. Al día siguiente, le marca este excompañero, no le contesta, pero insiste hasta que le toma la llamada y le dice que no puede entrar a checar su saldo (cosa que supuestamente ya había hecho), entonces Pedro le contesta que había cambiado la contraseña y que por favor le regresara el dinero que le había dado. Sus argumentos no tenían validez, pues le decía que el encargado de hacer el trámite había salido de vacaciones, ¡qué casualidad!, y que no sabía cuándo iba a regresar y para no discutir, ya no le dijo nada.

Al final, el excompañero bloqueó de Facebook a Pedro, nunca tuvo WhatsApp (otra cosa rara, tenía un teléfono para llamadas y mensajes, quizá hasta era desechable) y ya no supo nada de él.

Cuando me contó esta historia, Pedro tenía mucho coraje, primero por haber demostrado su vulnerabilidad ante la crisis económica que estaba pasando y dos, porque perdió más de lo que supuestamente iba a ganar. Al final de cuentas, aprendió la lección y quiere darla a conocer, así como la de las series y documentales, para no caer en lo mismo.

Y ustedes, ¿Han sido estafadores o estadados?

Si quieres contar una historia similar o de otro tipo, escríbeme a marjan0102@gmail.com

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