26 diciembre, 2025

Así funciona nuestro cerebro cuando hacemos o recibimos un regalo

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Michel Olguín Lacunza

Cada vez que damos o recibimos un regalo, nuestro cerebro se activa de una manera sorprendente. No se trata solo de un intercambio material, sino de una experiencia emocional y neurológica compleja que involucra placer, empatía y ansiedad. La neurociencia y la psicología han demostrado que regalar activa los mismos circuitos cerebrales relacionados con la felicidad, el reconocimiento social y el vínculo afectivo.

El placer de regalar

Cuando una persona elige un regalo para alguien más, su cerebro activa una región llamada estriado ventral, vinculada con el sistema de recompensa. Este circuito libera dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer y la motivación.

“Dar un regalo estimula las mismas áreas cerebrales que se activan cuando comemos algo que nos gusta o escuchamos nuestra canción favorita”, explican especialistas en neuropsicología.

En otras palabras, dar genera placer porque el cerebro interpreta el acto como una forma de conexión social. No es casual que muchas personas disfruten más al ver la reacción del otro que al recibir algo. Esa sensación positiva proviene de la empatía, que involucra la corteza prefrontal medial, encargada de comprender las emociones ajenas.

Recibir también activa el cerebro

Del otro lado, recibir un regalo provoca una cascada de reacciones cerebrales igual de intensas. El momento de abrir un obsequio activa la amígdala cerebral y el hipocampo, zonas relacionadas con la emoción y la memoria. Por ello, los regalos que tienen una carga afectiva —como una carta, un objeto hecho a mano o algo con valor simbólico— se recuerdan durante años.

En ese instante también se libera oxitocina, conocida como la “hormona del amor”, que fortalece los lazos sociales y la confianza. De ahí que los regalos no sean solo objetos, sino vehículos de vínculo emocional.

El estrés de elegir el regalo perfecto

Sin embargo, el proceso no siempre es placentero. Elegir un obsequio puede generar ansiedad y estrés. Esta reacción tiene una base biológica: el cerebro activa la amígdala, que responde ante situaciones de incertidumbre o presión social.

“Queremos que el regalo guste, que tenga sentido, que no sea malinterpretado”, explican psicólogos sociales. Esa necesidad de aprobación estimula la corteza prefrontal dorsolateral, responsable de la toma de decisiones complejas, lo que puede resultar agotador.

Además, en épocas como la Navidad o los cumpleaños, la saturación de opciones y la presión por cumplir expectativas generan una sobrecarga cognitiva. Por eso muchas personas sienten alivio o satisfacción solo cuando finalmente entregan el regalo.

Regalar nos hace más felices que recibir

Diversas investigaciones, como las realizadas en Harvard University y en la London School of Economics, confirman que las personas que gastan dinero en otros reportan mayores niveles de felicidad que quienes lo gastan en sí mismas.

Este efecto, conocido como “placer prosocial”, se debe a que el cerebro recompensa los actos de generosidad con una mayor liberación de dopamina y endorfinas.

Regalar también refuerza la autoimagen positiva: nos percibimos como personas empáticas, útiles y queridas. En términos biológicos, el cerebro asocia estas acciones con comportamientos cooperativos que, evolutivamente, aumentaron la supervivencia en grupos sociales.

El valor emocional del regalo

Más allá del precio o la marca, lo que más impacto tiene en el cerebro es el significado emocional del regalo. Cuando un objeto representa un recuerdo compartido, una broma interna o un gesto de cariño, el cerebro lo registra en el sistema límbico como una experiencia de alta carga afectiva.

Por eso, los regalos hechos a mano o pensados con detalle suelen generar una respuesta emocional más intensa que aquellos adquiridos de manera automática. “No recordamos el objeto en sí, sino la emoción que nos provocó recibirlo”, señalan expertos en psicología emocional.

Neurociencia del dar y recibir

En conjunto, el acto de regalar pone en marcha una compleja red de regiones cerebrales: el núcleo accumbens (placer y recompensa), la corteza prefrontal (toma de decisiones), la amígdala (emociones) y el hipocampo (memoria).

Esta interacción explica por qué los regalos son tan importantes en todas las culturas: no se trata de un gesto superficial, sino de una manifestación biológica y social de empatía y conexión humana.

Más allá del objeto: el vínculo humano

Entregar o recibir un obsequio tiene un poder invisible: refuerza los lazos sociales y estimula el bienestar emocional. En tiempos de interacciones digitales y relaciones fugaces, regalar sigue siendo una de las formas más genuinas de decir “te pienso” o “me importas”.

Así, cada intercambio de regalos no solo mueve el comercio, sino también las emociones más profundas del cerebro humano. Dar y recibir es, en última instancia, una forma de conectar desde lo más esencial: la necesidad de compartir y pertenecer.

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