¿Cómo usar la copa menstrual sin poner en riesgo tu salud?
En el mercado hay modelos que pueden ser un riesgo para la salud, por ello hay que constatar que tengan registro sanitario, advierte Elizabeth Sánchez, de la FES Zaragoza de la UNAM. Es una alternativa con beneficios, pero no es la mejor para todas las personas; eso depende de diversas condiciones.
Ilse Valencia / Jonathan Carmona / Nycol Herrera
¿Piensas cambiar las toallas desechables o tampones por una copa menstrual? ¿Es la mejor opción? ¿Qué ventajas y desventajas tiene? Elizabeth Sánchez González, de la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza de la UNAM, explica lo que hay que saber sobre este artículo.
“Es un dispositivo médico de clase II, es decir, un producto que debe utilizarse bajo supervisión médica ya que puede implicar riesgos en su uso, y el cual no debe permanecer dentro del cuerpo por más de 30 días. Por ello, su comercialización requiere, por ley, una autorización emitida por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios”. En el mercado existen modelos que pueden representar una amenaza para la salud. Por ello, es fundamental verificar que cuenten con dicho permiso sanitario, advierte la académica. Se debe revisar que en el empaque aparezca el registro de la siguiente forma: cuatro dígitos del cero al nueve, luego la letra C, después el año de autorización (no antes de 2016) y al final las siglas SSA (XXXXC20XXSSA).
Así, se ofrece certeza de que el producto cumple con los requerimientos de seguridad, pues fue elaborado con silicona médica de grado prémium o con un elastómero de termoplástico (materiales hipoalergénicos).
“Pueden ser de látex; sin embargo, hay múltiples registros de reacciones alérgicas a éste. Las copas fabricadas con silicona de grado industrial o que contienen ftalatos o bisfenol (BPA) pueden generar problemas oncológicos en personas con predisposición genética, así como crecimiento microbiano, y favorecer las infecciones vaginales”.
Antes de adquirirla
La especialista expone que, previo a comprar una copa, es recomendable asistir con una ginecóloga para descartar alguna patología, padecimiento o condición (como endometriosis, lesiones vaginales o enfermedades de transmisión sexual) que impidan su uso temporal o definitivo.
Usarla implica una curva de aprendizaje de hasta nueve ciclos y es importante tenerlo en cuenta desde la elección del tamaño, el cual dependerá del tipo de sangrado. Para flujos moderados se recomienda la talla 1 o A y, para abundantes, la 2 o B.
“No hay una medida estándar. Nuestra fisiología es tan variada que debemos evaluar la mejor opción. Por ejemplo, si hay problemas en la firmeza del suelo pélvico, por un parto o poca flexibilidad muscular, una grande retiene mejor el sangrado. Si el cérvix es muy largo, algunas podrían incomodar. Cada marca ofrece modelos y tamaños distintos”.
Y es que cuando se usa una talla más pequeña de la necesaria, ocurren problemas como incomodidad, irritación y laceración en la zona vaginal. Por otro lado, si es muy grande, suceden fugas, sensación de que se resbala o entrada de aire que provoca molestias.
¿Qué pasa si la usuaria tiene el dispositivo intrauterino (método anticonceptivo)? Es posible utilizar ambos, pero se sugiere, primero, aprender a conocer e identificar el DIU dentro del organismo para evitar situaciones como su extracción al retirar la copa.
Higiene
Es preciso leer y seguir con atención las instrucciones del fabricante sobre los cuidados para mantener la calidad de la copa. La esterilización sólo se realiza al inicio y final de cada ciclo.
“Algunos recomiendan colocarla en una taza o recipiente de vidrio con agua hirviendo, dejarla de tres a cinco minutos, extraerla y esperar a que se seque. Otros aconsejan no ponerla en objetos con teflón o barro por las resinas que se desprenden. Hay quienes incluyen un vaso esterilizador o, en el instructivo, sugieren meterla al microondas”.
Durante el periodo, cada vez que sea vaciada, es necesario lavar la copa con jabón neutro, agua en abundancia y, de manera opcional, darle un último enjuague con agua embotellada. Algunas personas la dejan un poco húmeda para facilitar su colocación en el cuerpo. Para insertarla, se hace un doblez en forma de C o 7, y se introduce en la vagina de adelante hacia atrás (no de forma recta, sino ascendente al coxis). Se deben realizar movimientos con los dedos para acomodarla hasta sentir una succión, señal de que está atorada donde debe. Se recomienda hacerlo en la posición más cómoda posible (parada, sentada, con una pierna flexionada o acostada).
“Pasa un dedo por dentro de la vagina y verifica que esté perfectamente instalada y sin fugas. Para sacarla, mete un dedo, haz una pausa, presiónala un poco y relaja tu cuerpo para extraerla naturalmente. Desecha la sangre en el inodoro, límpiala y vuelve a colocarla”.
Se dice que la copa puede durar dentro del cuerpo hasta 12 horas seguidas, pero hay fabricantes que recomiendan cambiarla cada cuatro, seis o diez. Sin embargo, al percibir incomodidad, olor desagradable o alguna sensación fuera de lo habitual, es preciso retirarla.
“La copa no absorbe, sólo retiene. Dado que la sangre retenida es un medio de cultivo nutritivo que favorece la proliferación de bacterias y microorganismos como los hongos, es importante no superar el tiempo máximo de uso recomendado por el fabricante, ya que la probabilidad de un síndrome de shock tóxico (SST) se incrementa considerablemente”.
El SST es una enfermedad grave causada por las toxinas de ciertas bacterias. Algunos síntomas son: fiebre, escalofríos, náuseas, vómito, dolor de cabeza y muscular. En caso de identificar alguna sintomatología es preciso ir al médico antes de que el cuadro se complique.
De no haber asistido a una valoración antes de emplearla, se sugiere monitorear las modificaciones en los ciclos o el flujo. En caso de percibir un sangrado abundante que antes era regular, un aroma desagradable, cambios de textura o si, fuera de los días del periodo, la secreción es amarilla, verde o huele mal, es imperativo suspenderla e ir a revisión.
También debe examinarse la integridad de la copa de forma constante, pues un manejo deficiente afecta su calidad. “Si se mancha, cambia de color, olor o se pone gomosa o porosa, hay riesgo de que absorba sangre y se convierta en foco de infección o de que genere lixiviados (sustancias liberadas del material que se quedan en la usuaria), lo cual es perjudicial, pues podrían ser tóxicos para las células y otros sistemas del cuerpo, o causar irritación y reacciones alérgicas (sensibilización)”.
¿Sustentable y económica?
En la Primera Encuesta Nacional de Gestión Menstrual del país, realizada en 2022 en algunos estados por la colectiva #MenstruaciónDignaMéxico, Essity y Unicef, las toallas desechables fueron el producto más usado por las encuestadas (ocho de cada 10 así lo refirieron). Los tampones ocuparon el segundo lugar (ocho por ciento) y, en una quinta posición, a la par del calzón menstrual, se encontraban las copas (dos por ciento).
En el informe de la Encuesta sobre Gestión Menstrual en la Ciudad de México, elaborada en 2023, en primer lugar están las toallas desechables (88.46 por ciento), mientras que las copas se ubican en segundo (5.63) y las toallas o tampones reutilizables en tercero (3.19).
Elizabeth Sánchez expone que, a pesar de la existencia de prototipos, fue hasta 1937 que se patentó por primera vez este dispositivo. Fue diseñado por la actriz Leona Chalmers, quien por su trabajo decidió crearlo para tener acceso a una higiene correcta.
En aquel momento no tuvo auge por la falta de materiales para su elaboración. Con los años se modernizó y en 1980 se relanzó como una opción de látex; pero por diversos tabús no permeó. “La innovación aparece en la década de los 2000, cuando se introduce la silicona médica de grado prémium. A México llega por redes y blogs entre 2014 y 2015, aunque empieza a notarse en 2016 con el primer registro sanitario”.
Su publicidad afirma que la copa es más sustentable y económica que otros productos, pero la académica dice que ello no resuelve el problema de la pobreza menstrual, pues aún persiste un acceso limitado a otros insumos. Además, aunque se dice que su vida útil es de diez años, cada fabricante indica el periodo máximo de uso, que a veces es de 12 meses.
“Valora si será la mejor inversión para ti. Una persona menstruante gasta entre 200 y 300 pesos en toallas durante un ciclo normal. Eso equivale al costo de una copa que sirve un año o más, siempre y cuando no deba ser reemplazada antes porque su calidad se afectó”.
Este artículo deja huella de carbono durante su fabricación, pero su desecho correcto puede reducir el impacto ambiental en comparación con otros. “Se genera menos basura y disminuye el riesgo sanitario causado por toallas con sangre en un basurero. Una usuaria a lo largo de su vida llega a ocupar de entre dos mil 500 a tres mil productos desechables, y debe considerarse también el papel, la envoltura y el empaque colectivo”.
La especialista aclara que el material de la copa se degrada de forma lenta, razón por la cual, una vez concluida su vida útil, sugiere cortarla en pedazos y enterrarla en una maceta. De esta forma se evita que llegue a los residuos municipales. En caso de tirarla a la basura, debe ser fraccionada para impedir que alguien más la utilice.
Romper mitos
Para Elizabeth Sánchez, quien lleva trabajando con productos menstruales desde 2017 y fue presidenta de la Asociación de la Farmacopea de los Estados Unidos Mexicanos, romper mitos en torno a este dispositivo es muy valioso para que las personas decidan, de forma informada y libre, lo más conveniente y cómodo para ellas.
Uno de los comentarios más difundidos es que la virginidad se pierde al emplearla. Esto no es así, primero, porque el himen no se ve modificado, y, segundo, porque la idea de la virginidad es un constructo social.
“¿Genera daños? No, pero tampoco es cómoda para todas. Hay quienes la usan correctamente y aun así les desagrada porque, por ejemplo, pertenecen a una religión que no aprueba introducir objetos en el cuerpo”.
En cuanto a si es mejor que otros productos, depende de las preferencias y necesidades de cada quien. Para algunas no es viable por sus condiciones clínicas, fisiológicas, económicas o porque no les agrada. La académica concluye: “Hay mucho por investigar acerca de su uso rutinario, tanto a favor como en contra. Tengamos cuidado con la evidencia científica existente, que no haya sesgos y que realmente esté orientada a darnos una mejor cultura de la salud menstrual”.