6 octubre, 2024

Ser mujer sin ser madre: desafío para jóvenes mexicanas

Ricardo Martínez / Nelly Muñohierro

Ciudad de México., 06 de octubre 2024.- En México, un país donde la maternidad ha sido tradicionalmente vista como un pilar de la identidad femenina, un creciente número de mujeres está desafiando estas normas establecidas al elegir no tener hijos.

Esta tendencia, lejos de ser un simple fenómeno individual, refleja un cambio profundo en la conciencia colectiva y una resistencia política frente a las estructuras patriarcales que han dominado la vida de las mujeres durante siglos.

Gabriela Gutiérrez Mendoza, jefa de la Unidad de Educación y Extensión para la Igualdad de la Coordinación para la Igualdad de Género (CIGU) de la UNAM, ofrece una visión detallada y crítica de este fenómeno desde su experiencia y contacto con mujeres jóvenes.

Una decisión económica, pero también política

La decisión de no ser madre, explica Gutiérrez Mendoza, está en gran medida influenciada por las condiciones económicas adversas que enfrentan las mujeres jóvenes en la actualidad. Muchas de ellas, a pesar de contar con una educación superior, se encuentran con un mercado laboral que no ofrece salarios dignos ni estabilidad suficiente.

Este panorama no solo dificulta la posibilidad de mantener una vida autónoma y digna, sino que también las lleva a cuestionar seriamente la viabilidad de asumir la responsabilidad de otra vida. La imposibilidad de acceder a una vivienda propia o de sostenerse económicamente de manera independiente ha hecho que muchas mujeres prioricen su bienestar personal y opten por gastar sus recursos en experiencias enriquecedoras, como viajar o disfrutar de actividades culturales, en lugar de seguir el camino tradicional de la maternidad.

Sin embargo, esta decisión no se reduce únicamente a una cuestión económica. Para muchas mujeres, elegir no ser madres es un acto profundamente político. Es una forma de resistir las expectativas sociales que han impuesto la maternidad como el centro de la vida femenina.

Gutiérrez Mendoza subraya que, históricamente, ser mujer en México ha estado intrínsecamente ligado a la capacidad de ser madre. La maternidad ha sido vista como la máxima expresión de la feminidad, y las mujeres que optaban por no tener hijos eran frecuentemente estigmatizadas o vistas como incompletas. Hoy, sin embargo, estamos presenciando un cambio radical en este imaginario colectivo. Las mujeres jóvenes están comenzando a construir su identidad en torno a otras experiencias y logros, alejándose de la idea de que la maternidad es la única vía para realizarse como mujeres.

El impacto de la salud mental y la lucha contra el estigma

Otro aspecto crucial que destaca Gutiérrez Mendoza es la creciente conciencia sobre la salud mental y emocional entre las generaciones más jóvenes. “A diferencia de generaciones anteriores, que a menudo evitaban hablar de temas como la ansiedad, la depresión o el estrés, las mujeres jóvenes de hoy están mucho más abiertas a discutir estos problemas y a considerarlos como factores determinantes en sus decisiones de vida”. En este contexto, dicha decisión puede estar motivada por la preocupación de no poder brindar el cuidado y la atención que un hijo necesita si ni siquiera se sienten capaces de cuidarse a sí mismas de manera adecuada.

Esta nueva forma de pensar también está impulsada por una mayor comprensión de los desafíos emocionales y psicológicos que implica la maternidad. Muchas mujeres jóvenes son conscientes de que traer un hijo al mundo no solo requiere un compromiso económico, sino también una enorme inversión emocional y mental.

La presión de cumplir con las expectativas de la maternidad tradicional, en un contexto donde no existen suficientes apoyos institucionales para las madres, ha llevado a muchas a rechazar este rol. En lugar de someterse a las exigencias que la sociedad impone sobre las madres, estas mujeres optan por preservar su salud mental y emocional, priorizando su bienestar por encima de las expectativas sociales.

Resistencia feminista frente a la opresión patriarcal

La elección de no maternar también debe entenderse como una forma de resistencia feminista frente a un sistema patriarcal que ha relegado históricamente a las mujeres a roles subordinados. Gutiérrez Mendoza destaca que muchas mujeres jóvenes ven la maternidad tradicional como una trampa que las obliga a sacrificar su autonomía y su desarrollo personal en favor de un rol que no siempre eligen libremente. La falta de apoyo institucional para las madres trabajadoras, junto con la persistente discriminación que enfrentan en el ámbito laboral, refuerza esta percepción.

Un ejemplo claro de esta resistencia es la creciente crítica a las paternidades ausentes. Muchas mujeres jóvenes han crecido en hogares donde la figura paterna estuvo ausente o fue insuficiente en términos de cuidado y afecto. Ahora, con una mayor conciencia sobre el impacto de estas ausencias, estas mujeres están menos dispuestas a perpetuar un modelo de familia donde la responsabilidad recae casi exclusivamente en ellas.

Gutiérrez Mendoza señala que estas jóvenes no solo reconocen el daño que causa la falta de una paternidad responsable, sino que también están dispuestas a romper con este ciclo de abuso y abandono al decidir no ser madres.

Además, la resistencia feminista también se manifiesta en la negativa de muchas mujeres a aceptar los roles tradicionales de género que los hombres, a menudo, intentan imponer. Gutiérrez Mendoza menciona que, a pesar de los avances en la lucha por la igualdad de género, todavía existen hombres jóvenes que buscan que las mujeres regresen a los roles domésticos tradicionales, como el cuidado del hogar y de los hijos. Ante estas expectativas, muchas mujeres optan por rechazar la maternidad y, en algunos casos, incluso las relaciones heterosexuales, como una forma de preservar su autonomía y evitar ser sometidas a un rol que consideran opresivo.

Un discurso mediático que refuerza la tradición

A pesar de estos cambios en la conciencia colectiva, Gutiérrez Mendoza observa que los medios de comunicación en México continúan reforzando la visión tradicional de la familia. Incluso en representaciones de parejas del mismo sexo, el rol de la madre cuidadora sigue siendo central, lo que perpetúa la idea de que el valor de una mujer está ligado a su capacidad para cuidar de otros. Este discurso, aunque disfrazado de modernidad e inclusión, sigue anclado en los mismos estereotipos que han limitado la libertad de las mujeres durante siglos.

Este discurso mediático ambiguo representa un desafío significativo para las mujeres que buscan redefinir sus vidas fuera de los moldes establecidos. Por un lado, se les dice que tienen la libertad de elegir su camino, pero por otro, se les presiona para que sigan cumpliendo con las expectativas tradicionales de la maternidad y el cuidado. Esta contradicción crea un entorno en el que las mujeres que eligen no ser madres son vistas como egoístas o irresponsables, cuando en realidad están tomando decisiones basadas en una reflexión profunda sobre lo que es mejor para ellas y para la sociedad en su conjunto.

La urgencia de un cambio estructural

Para Gutiérrez Mendoza, la solución a esta tensión no puede encontrarse simplemente en cambios individuales, sino que requiere un cambio estructural en la sociedad. Las mujeres necesitan un entorno que les permita tomar decisiones verdaderamente libres sobre sus cuerpos y sus vidas, sin la presión de cumplir con expectativas sociales consideradas obsoletas. Esto implica no solo mejorar las condiciones económicas para las mujeres, sino también proporcionar un apoyo institucional sólido que les permita desarrollar proyectos de vida que no estén limitados por el ejercicio de la maternidad.

Este cambio estructural también debe incluir un cuestionamiento profundo de los privilegios masculinos y un replanteamiento de los roles de género. Gutiérrez Mendoza señala que, “mientras los hombres no estén dispuestos a cuestionar sus privilegios y a asumir una responsabilidad equitativa en el cuidado y la crianza de los hijos, las mujeres seguirán siendo las principales afectadas por las expectativas sociales sobre la maternidad. Solo cuando los hombres estén dispuestos a compartir de manera equitativa estas responsabilidades, podremos avanzar hacia una sociedad donde las mujeres tengan la verdadera libertad de elegir si desean o no ser madres”.

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