18 octubre, 2024

La línea delgada entre mi opinión y la tuya.

Por: Julio Vallejo

Conquista espiritual del siglo XVI.

¡Ya se va la rama, con patas de alambre, porque en esta casa, son muertos de hambre!.

Hace muchos años, recuerdo que era muy esperado el día en que salía uno a cantar la rama, una hermosa tradición que por décadas se viene haciendo, lo más irrisorio es que no sabía el por qué o de dónde salía esta tradición.

Empezaba el día y los nervios se hacían notar, mientras trascurría el pasar de las horas, era común salir a cortar una rama de un árbol, para adornarla con globos de colores, escarcha de color plata y oro, algunos farolillos de papel; entre otras cosas, el chiste era que la rama fuera la más bonita de todas las que recorrían las calles.

Al terminar de adornarla, corrí a la tienda a pedir que me regalaran las corcholatas que no usaban, cerca de ahí había una casa en construcción, por lo que acudí a hablar con el albañil para pedirle que me apoyara con un martillo, un clavo y un pedazo de alambre. Al tener ya todo esto, empecé a darle forma a las corcholatas en forma de discos, les hacia un agujero en la parte de en medio y para finalizar les metía el alambre. Ésta me servía de sonaja y para verme más pro y simular un güiro, agarraba una botella de refresco “fanta”.

Esta botella era genial para esa temporada, la forma de esta tenía varios anillos unidos, los cuales a la hora de arrastrar una moneda junto a ella, le daba un sonido diferente, el cual con la sonaja de corcholatas y mi voz angelical se escuchaba como los verdaderos dioses. La hora llegó y el canto salió.

“Buenas noches venimos señores, la rama les viene a cantar, les viene a cantar sus honores a ver qué nos puede usted dar, naranjas y limas, limas y limones, más linda la Virgen que todas las flores”.

¡Y así!, casa por casa emocionado por algunos momentos y desangelado por otros, porque la gente no salía; sin embargo, recorría las calles con una sonrisa y orgulloso de llevar mi rama, me sentía todo un duendecillo navideño. Al llegar a mi hogar todo emocionado, les mostraba a mis papás todo lo que había recaudado, dulces, paletas, fruta y hasta monedas extranjeras, ya que por donde vivía habitaban polacos y franceses. No sabía cuánto me daban, ya que desconocía el valor de la moneda, pero me daba una emoción que al otro día regresaba a cantarles.

Desde la época prehispánica, la rama se ha vuelto una tradición, en los estados de Veracruz, Tabasco, Yucatán y Campeche, esto por la fusión de los orígenes afromexicanos y cristianos, se cuenta que al morir los dioses prehispánicos los ritos católicos surgieron por medio de misas y obras teatrales.

En una de las obras teatrales hacen la representación de la vida de José, María y el nacimiento del niño Dios. “En un jacalito de cal y de arena nació Jesucristo para Nochebuena. A la media noche un gallo cantó y en su canto dijo: “Ya Cristo nació”. Es así como surgen los cantos de la rama.

En estos tiempos tan complicados, me he percatado que cada vez se ven menos niños por las calles cantando la rama y que la tradición no sólo se está perdiendo sino también su razón de ser, el salir a cantar con ánimo alegría y entusiasmo.

Aclaro no todos pero sí la mayoría, salen en esta temporada por ambición de ganar dinero, algunos se molestan cuando no les das lo que ellos esperan o peor aún cuando les das fruta o dulces.

Esperemos que esta costumbre perdure más años, ya que es parte de nuestras raíces, nuestro folclor y nuestra cultura, pero siempre que sea por tradición y no por un negocio.

“Ya se va la rama muy agradecida porque en esta casa fue bien recibida”. ¡Gracias!

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