La línea delgada entre mi opinión y la tuya.
Por: Julio Vallejo
Con cariño para el viejo agrio.
Cada segundo que pasa en el tiempo, se van pareciendo a tus pasos lentos, lentos, lentos pero marcando cada minuto y cada hora que te queda en esta vida, como si fuera una despedida pausada.
Tal vez el no querer dejar este mundo sea lo que te hace que cada día camines de esa manera. Sin embargo entre más te observo, me doy cuenta que realmente estoy mal. Tu forma de caminar es el peso de tantas cosas que llevas enzima, tantas cosas que viviste van haciendo que arrastres no solo tus pies si no todo tu cuerpo aunque por dentro eres como una gran nube corriendo con el viento en ese gran cielo azul.
Al verte a los ojos cristalinos llenos de brillo, hacen que esas verdes aceitunas reflejen la pureza de tu alma.
Esas arrugas que te cuelgan, como dos bolsas bajo tus ojos, hacen que se te vea el cansancio que llevas por dentro, ese corazón haciendo eco entre vivir y no vivir, como si fuera una moneda en el aire, tu pelo canoso simulando una gran montaña cubierta de nieve donde por cierto desde esa altura dejas ver lo grande que eres.
Tus manos ya no se sienten como las de un bebe todas suaves, ahora se sienten todas arrugadas llenas de grietas, las cuales simulan el desgaste de las tantas veces que me acariciaste, gracias papa, por cada caricia, cada palmada en mi espalda, pero sobre todo cada que me señalaste con tu dedo índice para decirme que es lo que estaba haciendo mal.
Tu paladar ya no percibe sabor, lo reflejas en cada expresión, como si se acabara la miel de un recipiente. Esto como todo lo que empieza termina así cada que pasa el día, ese recipiente se ve cada momento más pulcro y cristalino como tus bellas palabras que me decías cuando yo era solo un niño.
Ese bigote cambio de color más nunca tu sonrisa.
Por cierto no eres La Mona Lisa, ni yo un Leonardo Da Vinci, pero a diferencia de ellos te quedaste inmortalizado para siempre en un lienzo en cada faceta de mi vida inmortalizado para toda la vida.
Para mí siempre fuiste un viejo agrio, por tus regaños y por tus enseñanzas de mí andar ahora que soy padre, te puedo decir que siempre fuiste la persona más dulce y yo soy el más agrio; el destino, la vida me enseña cada día que me has dejado tu esencia. Aunque no tengamos un día especial como el de las madres, ni un regalo caro, quiero expresarte que lo más valioso, el regalo más lindo y especial es el haberte conocido, así como haberte tenido.
Tú eres como la lluvia en un desierto, pocas veces se ve pero el día que lo hace, deja una tierra pura y llena de nutrientes para que las semillas que ahí empiezan a germinar terminen por dar buenos frutos.
Muchas felicidades a todos aquellos papas, que crecieron sin el suyo ya que la figura paterna siempre es indispensable, felicidades aquellos que siguen siendo padres, y felicidades aquellos que siempre se dieron a la tarea de serlo, aún cuando no eran sus hijos biológicos.