La línea delegada entre mi opinión y la tuya.
Por: Julio Vallejo
La tilma del indígena
¡Hay qué ingenuos son estos indios!.
Hace ya muchos años estaba viendo la televisión, precisamente en el día de la Virgen de Guadalupe, dentro de su programación, presentaban una película que no recuerdo el nombre, pero que sin duda ha de estar en la clasificación del “Cine Guadalupano”. Recuerdo perfectamente una de esas escenas donde Juan Diego va a ver al “Tata obispo”, para darle el mensaje de la señora del cielo.
Entra un padre para darle el mensaje del Indio Juan Diego al obispo:
— Padre.- Juan Diego trae un mensaje para su ilustrísima muy importante.
— Obispo.- Dile que no tengo tiempo, que vuelva mañana; ¡bien!, no tengo tiempo que perder, vamos a ver al virrey.
Sale el padre y le comenta a Juan Diego; que vuelvas mañana y hace una expresión con los brazos y hombros de “lo lamento”.
Juan Diego estaba sentado con un traje de manta, abrazando su sombrero de paja su mirada reflejaba su pureza y su inocencia ante la aparición de la Virgen María. De fondo se veía una enorme cruz de madera, lo más extraño para mí, es que no tenía a Cristo crucificado. En ese momento sale de su oficina el señor arzobispo, vestido con su sayal color café y un cordón blanco que armonizaba con su barba, y coincide con Juan Diego.
— Juan Diego.- Tata obispo le traigo un mensaje de la señora del cielo, andando por el cerro me salió una señora hermosísima rodeada de luz, me dijo que quería que se le hiciera un templo, ya que ella era la madre del hijo del verdadero Dios.
— Obispo.- Vuelve mañana temprano, se retira y en voz baja dice, ¡hay qué ingenuos son estos indios!.
Los diálogos usados en la película son asombrosos, en especial de cómo le habla el “indio” a la Virgen María para expresarle que no le hicieron caso.
A mí me paso lo mismo, llegué a la iglesia pensando en que ya era hora de pedir perdón por los sucesos que había hecho y más porque nunca había ido a confesarme, entro con el padre le comento que nunca había ido y que no sabía cuáles eran mis pecados, el padre me ve pensando que lo estaba agarrando de tonto y me dijo: ¡las cosas de las cuales te arrepientes!, como el matar, mentir, robar o no cumplir con los diez mandamientos, por ejemplo.
Se me hizo tan cansado manifestarle todos mis pecados, que decidí comentarle que regresaba otro día, ¡muchas gracias y que dios lo bendiga!, salí de su oficina.
Saliendo me encontré con una imagen de la Virgen de Guadalupe, la vi, y dije tu no dirás nada a nadie me sabrás entender todos mis pecados y mis plegarias, me hinqué, uní mis manos, respire hondo y dije, ahí vamos señora hermosa, me tardé no mucho, unos 20 minutos hasta que sentí ese aire de la rosa de Guadalupe, igualito al de la serie televisiva; abrí mis ojos y dije: ¡ ya chingué!, le di las gracias y después de varios días, volví con unas hermosas rosas así como las que ella le dio a Juan Diego, por haberme cumplido el milagrito.