Dos de cada tres mujeres en México han sufrido violencia en algún momento de su vida
Este 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, una fecha para recordar que la violencia contra las mujeres, las adolescentes y las niñas es una de las violaciones a los derechos humanos más graves, extendidas, arraigadas y toleradas en el mundo.
Se manifiesta de múltiples formas y en diversos ámbitos –públicos, privados e incluye los espacios digitales- y trasciende todas las fronteras.
A nivel mundial, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia en algún momento de su vida, y en México, dos de cada tres.
En situaciones de crisis, estas cifras aumentan. Como hemos visto durante la pandemia por Covid-19, en algunos países el número de llamadas a las líneas telefónicas de asistencia se quintuplicó como consecuencia del incremento de la violencia por parte de su pareja, y México no fue la excepción.
Según datos oficiales, tan solo en el primer mes de decretarse la emergencia sanitaria, el 911 recibió aproximadamente 155 llamadas por hora debido a situaciones de violencia contra las mujeres, representando un aumento de 22.3% respecto a febrero de 2020.
Prevención
En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y la Niña, el Sistema de las Naciones Unidas en México une su voz a la de las mujeres y niñas, en toda su diversidad, para que sean escuchadas y se realicen cambios trasformadores para prevenir y eliminar toda forma de violencia en su contra.
A pesar de ser generalizada, la violencia contra las mujeres, adolescentes y niñas puede evitarse y debe prevenirse y sancionarse.
El origen de la violencia que sufren mujeres y niñas en todo el mundo es la discriminación y la desigualdad por razones de género.
Ésta afecta en mayor medida a grupos históricamente vulnerables o en situación de marginación, como pueden ser las mujeres y las niñas de minorías étnicas o de comunidades indígenas, migrantes, refugiadas, desplazadas o solicitantes de asilo, mujeres rurales, adultas mayores, con discapacidad, de la diversidad sexual, mujeres sin hogar y/o víctimas de trata de personas o de comercio ilícito de órganos, entre otras.
De ahí la necesidad de escuchar todas sus voces y desarrollar respuestas holísticas.
El papel y liderazgo de las organizaciones de sociedad civil y los movimientos de mujeres ha sido fundamental para visibilizar y responder a la violencia contra mujeres, adolescentes y niñas.
El Estado mexicano debe fortalecer sus marcos normativos, la generación de alianzas interinstitucionales y multisectoriales, robustecer datos y estadísticas que den cuenta de la magnitud de la violencia y la creación de una amplia red de centros de justicia para las mujeres.
Falta mucho por hacer. La violencia contra las mujeres, adolescentes y niñas debe ser tratada como la emergencia que es: con recursos, leyes y voluntad política.
Terminar con la violencia implica creer a víctimas y a sobrevivientes; educar en la diversidad y en el respeto, garantizar que las escuelas sean espacios libres de violencia, adoptar soluciones integrales que atiendan las causas estructurales de las desigualdades de género; transformar las normas sociales dañinas, incluyendo las prácticas nocivas de género, que perpetúan la violencia y discriminación, y empoderar a las mujeres, adolescentes y a las niñas, sin dejar a nadie atrás.
Este año, a través de la campaña ÚNETE y bajo el lema ¡Pongamos fin a la violencia contra las mujeres YA!, el Sistema de Naciones Unidas en México pone énfasis en la urgencia de avanzar hacia una recuperación socioeconómica sostenible e incluyente tras la pandemia por Covid-19.