LOS RICOS DEL GOBIERNO DE LÓPEZ OBRADOR
Andi Uriel Hernández Sánchez
En las últimas semanas hemos visto al presidente López Obrador hacer llamados constantes al pueblo de México, sobre todo a los estratos más humildes, a conformarse con lo que tienen y a no aspirar a más, dice “no hay que pensar que la felicidad está en lo material, el lujo y la frivolidad”, que el pueblo debe y puede ser feliz mal comiendo y privandose de lo más elemental. A simple vista, parece que esta invectiva va dirigida en contra de los ricos, sin embargo, esto es falso, el presidente tiene a sus propios ricos, a funcionarios públicos muy cercanos que se han enriquecido inexplicablemente al amparo del poder público durante muchos años, es decir, cobrando de los impuestos de todos los mexicanos y que ahora mismo siguen siendo consentidos por él.
Esta semana concluyó el plazo para que los funcionarios del gobierno federal presentaran su declaración patrimonial, fiscal y de intereses; el 25 de junio pasado la Secretaría de la Función Pública (SFP) informó que todos los integrantes del Gabinete Legal del presidente habían cubierto el requisito. Pues bien, sorprende el tamaño de las fortunas personales de varios de ellos, quienes parecen no inmutarse ante los llamados de AMLO a vivir felices en la pobreza. Veamos algunos casos, todos ellos públicos en el portal electrónico de la SFP:
Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, declaró que tan solo el año pasado ganó 10 millones de pesos, la mayoría fruto de sus inversiones en el sector privado, pero también por su trabajo en el gobierno, donde además cobra doble: 100 mil pesos mensuales en SEGOB y 200 mil más de su pensión como ministra en retiro de la Suprema Corte. Entre los lujos que presume, se cuentan un penthouse en un zona exclusiva de Houston, Texas, que el año pasado “olvidó” incluir en su declaración.
Otro más. Alfonso Durazo, secretario de Seguridad Pública. Entre 2018 y 2019 triplicó sus ingresos anuales, pasando de dos millones de pesos a siete millones, de los cuales un millón fue como “asesor” de seguridad en la iniciativa privada, algo ilegal; pues el propio AMLO impulsó una reforma para prohibir que los funcionarios puedan trabajar en la IP hasta 10 años después de haber dejado su cargo público.
Un caso más. Manuel Bartlett, director general de la CFE, el año pasado omitió declarar 23 casas lujosas en zonas exclusivas del país escrituradas a nombre de su hijo y concubina para evitar incluirlos entre sus bienes, este año reportó haber ganado 2.2 millones de pesos como servidor público, lo que además lo coloca como uno de los funcionarios que ganan más que el propio López Obrador (1.5 millones). Hay otros 12 Secretarios de Estado que ganan más que AMLO, entre quienes se encuentra Rocio Nahle, secretaria de Energía y aspirante declarada a la gubernatura de Veracruz.
Tenemos también el caso de Irma Erendira Sandoval, secretaria de la Función Pública (responsable de indagar y denunciar los casos de corrupción dentro del gobierno) y su esposo John Ackerman, ideólogo y estrella del canal de TV estatal, señalados por adquirir cinco casas en tan solo 9 años, pagadas todas de contado, algo imposible con los modestos salarios de académicos que reportan haber percibido esos años.
La lista es todavía más larga, pero estos ejemplos bastan para reforzar la idea de que el discurso presidencial en contra de la riqueza, la acumulación de bienes, el lujo y los excesos es pura demagogia. Pedirle al pueblo ser feliz con su pobreza sin aspirar a nada más es condenarlos a ellos y al país entero al subdesarrollo, a la explotación y al saqueo de las naciones poderosas. Es coartar las aspiraciones de progreso, bienestar y vida digna que el pueblo trabajador, creador de la riqueza social, merece. Nada tiene de progresista y mucho menos de revolucionario.
El discurso en favor de los pobres, fue muy redituable para López Obrador en la campaña electoral, pues existen más de 100 millones de mexicanos en pobreza, sin embargo, su gobierno no ha hecho nada para combatir el problema de raíz. Más aún, su promesa de combatir la corrupción ha sido olvidada, ahora se rodea por los mismos corruptos de siempre y por otros nuevos creados y protegidos por su gobierno.
Aunque claramente la riqueza de los funcionarios de Morena no es la causa de la miseria de los mexicanos, cuyo origen es más profundo: falta de empleos, bajos salarios, carencia de obra pública y servicios básicos, productos del modelo económico neoliberal (vigente todavía a pesar de todos los discursos); sí es cierto que los ejemplos citados demuestran que este gobierno, como muchos otros que han habido antes, está plagado de políticos corruptos y oportunistas que para nada piensan en el bienestar y progreso del pueblo pobre sino en su propio beneficio personal. Es entendible pues, que un gobierno así no atendiera la crisis económica y sanitaria provocada por la pandemia, que perjudica fundamentalmente a los más humildes, perdiéndose miles de vidas humanas por hambre o enfermedad con la absoluta complacencia de nuestros gobernantes.
Los mexicanos debemos poner un alto a tanta mentira, manipulación e indolencia. Debemos pensar en formar una gran organización que realmente defienda los intereses de todos los mexicanos, colocando en primer lugar a los más desamparados sin poner en riesgo el crecimiento y desarrollo económico ni a la empresa privada. Pero un gran frente nacional que lleve al poder a verdaderos hombres y mujeres preocupados por el destino y grandeza de su patria. No hay para donde hacerse, de los morenistas que solo piensan en su beneficio privado no se puede esperar nada más, urge quitarlos del poder. La primera parada es la elección en 2021, hay que unirnos para arrebatarle la mayoría de los puestos públicos a Morena.