La línea delgada entre mi opinión y la tuya.
Por Julio Vallejo
El juego inocente; indefinido sin final.
El obscuro laberinto de máquinas.
Xalapa, Ver., 01 de febrero 2023.- Era una tarde cualquiera del año 1993; estaba en una sala de juegos, la cual se encontraba pegada a una tienda de abarrotes. Muchos niños, niñas y adolescentes acudían ahí para jugar las llamadas maquinitas, sin duda alguna era el negocio más redituable de aquellos tiempos; había juegos como, Pac-man, Super Mario Kart, Mortal Kombat, entre otros.
Dentro de esos juegos, tú desafiabas a las maquinas o a veces salía un retador incómodo.
Mientras yo jugaba Pac-Man; mis nervios estaban a flor de piel, cada vez que la pastilla que permitía comer a los fantasmas que salían del inframundo estaba por acabarse; si no mal recuerdo eran cuatro de nombre Blinky, Pinky, Inky y Clyde cada uno tenía diferente personalidad, el Rojo era el cazador, el Rosa te engañaba, el Azul era inconstante y el naranja fingía ignorarte.
Siempre que entraba a las maquinitas me sentía que este era el camino hacia la libertad.
Así que creyendo esto, cierto día estaba bien aferrado a una maquinita, sólo quedaban dos pastillas, una que me daba el poder de comerme los cuatro fantasmas y una más para pasar al siguiente nivel que me daría una vida extra. ¡Ahuevo si lo voy a lograr!
Como la esperanza y libre albedrío.
Sigo el camino por los laberintos, me acerco a la pastilla y madres siento un put@ jalón de greñas que casi me arranca la cabeza, obvio no le tome importancia, ¡bueno, sí! pero era más importante pasar ese nivel que me daría otra vida más. Seguía el jalón de greñas yo me aferraba a la palanca sentía que ese par de segundo era un nacer o morir, cuando estaba a punto de renacer veo por el reflejo del vidrio, y resulta que era mi madre la que me estaba dando ese jalón. Fue ahí cuando en el juego morí y en la realidad reviví.
Jamás me volví acercar a esas maravillosas maquinitas.
Estoy convencido, que los videojuegos, no son los causantes del nivel de violencia que existe en nuestro país, lo digo por el lamentable acontecimiento de un niño de diez años al perder una partida de juego y matar a su compañero de tan solo 11 años.
Este niño al sentirse derrotado quería animar la atmósfera, por lo que acude a su casa, agarra la pistola de su padre, regresa a la tiendita de videojuegos y le da un disparo en la cabeza a su pareja de juego.
No es difícil ver.
Esta historia de los videojuegos, en especial la de los fantasmas, se identifica cada vez más a la de los humanos, donde ante sucesos como éste nos hace ver indiferentes; es decir, no sé quién sea Blinky, Pinky, Inky y Clyde, en esta sociedad tan ecuánime ante la desgracia y más tratándose de niños, niñas y adolescentes.
Lo único que resta, es jugar con la idea de ser buenos personajes, que no quedemos debilitados por la pantalla y que no haya una audiencia tan violenta como la de hasta ahora: así también, impedir que caminen hacia el abismo más NNA. Y de vez en cuando darles un buen jalón de greñas. Tú que opinas.