AUMENTA LA VIOLENCIA FAMILIAR EN VERACRUZ, SEÑAL DE QUE SE AGUDIZA LA POBREZA
Andi Uriel Hernández Sánchez
Esta semana el Secretariado Ejecutivo del Sistema de Seguridad Pública informó que los casos de violencia intrafamiliar han aumentado en la entidad veracruzana, contrario a lo afirmado por el presidente López Obrador de que este fenómeno está disminuyendo en todo el país. Tan sólo en el último mes se han recibido más de 12 mil llamadas de auxilio a los servicios de emergencia en los que, en su mayoría mujeres denunciaron encontrarse en peligro dentro del hogar por diversas situaciones que van desde violencia psicológica, física, hasta abuso sexual. La cifra representa un aumento del 75%, en tan solo los dos meses de cuarentena, con respecto a los datos recabados en meses anteriores. Esto sin tomar en cuenta la cantidad de casos que no se denuncian por miedo o las situaciones de violencia contra los hijos.
Tal anuncio acaparó varios titulares de la prensa veracruzana y hubo posicionamientos de colectivos feministas y cuerpos académicos de distintas universidades; la mayoría coincide en que el aumento en los casos de violencia intrafamiliar se debe a que “en la cuarentena las víctimas son obligadas a pasar más tiempo con sus agresores”, a la cultura machista de la sociedad veracruzana o a las situaciones de estrés emocional a la que se ven sometidas las personas al estar encerradas en casa, aisladas de la convivencia con otras personas, con la consecuente falta de distractores. Así, todos aducen como causa del fenómeno ciertos patrones culturales o trastornos de la mente, es decir, el pensamiento (individual o colectivo) como su origen. Sin embargo, ninguna de las explicaciones dadas realmente va al fondo del problema, a su verdadera raíz social.
Detengámonos un instante. Antes de la pandemia, de los 8.1 millones de habitantes de Veracruz, más de 5.6 millones de personas vivían al día laborando en el sector informal (70% de la población), pequeños comerciantes, tianguistas, vendedores ambulantes, lavacoches, trabajadores del sector de los servicios, artesanos, albañiles, carpinteros, jornales y pequeños campesinos, etc.; existían 1.3 millones de veracruzanos que a pesar de tener un empleo formal su salario no les era suficiente para cubrir los gastos del hogar; sumados ambos sectores tenemos la escalofriante cifra de 6.9 millones de pobres en la entidad. Pues bien, la pandemia vino a agravar la frágil situación económica de estos veracruzanos, pues los primeros han perdido sus fuentes de ingreso, debido a que no pueden comercializar sus productos o realizar sus funciones por la baja circulación de las calles y los segundos han sido enviados a casa a “descansar”, en su mayoría sin goce de sueldo. Además, a esto hay que agregar que, según diversas cámaras empresariales, tan solo en los primeros dos meses de contingencia se han perdido 200 mil empleos formales. La conclusión es que ahora mismo más de 7.1 millones de personas en Veracruz se encuentran en el completo desamparo, eso es mucho más del 90% de la población.
Tomando en cuenta estos datos, podemos afirmar que el aumento de la violencia en los hogares veracruzanos tiene su verdadera explicación en el aumento de la miseria, la zozobra y la desesperación a la que se están viendo sometidos. Es decir, no solo es el encierro por sí mismo lo que está estresando y perturbando a la gente, más bien es la falta de recursos para poder sostener los gastos de la casa. Toda esa inmensa masa de gente pobre está padeciendo hambre, pues según la propia Secretaría de Bienestar únicamente 2.4 millones de veracruzanos son beneficiados con los programas sociales del presidente López Obrador.
En estas condiciones es mucho más fácil que se presenten discusiones, reproches, que se revivan viejas rencillas, que se torne mucho más hostil el ambiente familiar en el que prácticamente todos luchan por sobrevivir, pues a ello debe agregarse el hacinamiento en que vive el 60% de la población, que se agrava porque ahora los hijos pasan más tiempo en casa debido al cierre de las escuelas, lo que por cierto exige erogaciones extraordinarias para que los jóvenes y niños tomen clases en línea. La difícil situación económica es lo que verdaderamente estresa a los veracruzanos no el encierro, que además el 50% de la población en Veracruz no está obedeciendo.
Y el tema adquiere relevancia cuando se piensa que la violencia en el hogar siempre es el detonante, el caldo de cultivo predilecto, para perturbaciones más graves a la paz social. Por ello, es un hecho que debe ponernos alerta a todos y que naturalmente debería preocupar a las autoridades, pues quizá es sólo un síntoma de la tragedia social que acecha al país. Ya vemos como los asaltos, los robos a casa habitación y los asesinatos, también están aumentando aceleradamente.
Este hecho refuerza ineludiblemente la exigencia de que el gobierno federal ponga en marcha un Plan Nacional de Distribución de Alimentos o de que acepte la propuesta que diputados de diversos partidos políticos han hecho sobre el pago de una renta básica universal de $3,700 por los próximos 3 meses para todas las personas sin ingresos. Propuestas que hasta el momento el presidente López Obrador ha ignorado olímpicamente.
Ninguna acción por grande que sea, será exagerada o irracional si se toma en cuenta que se trata de evitar una catástrofe social con consecuencias gravísimas para los veracruzanos y mexicanos en general. Así pues, es una verdadera estupidez acusar a quienes proponen medidas en favor de la gente humilde, como el Movimiento Antorchista Nacional, de querer sacar “raja política” o, peor aún, de querer desestabilizar al gobierno. Pues se trata exactamente de lo contrario, de evitar una explosión social que no solo desestabilizaría al gobierno sino a la Nación entera; de ocurrir, la responsabilidad será total y absolutamente de quienes teniendo la posibilidad de evitarlo decidieron no hacerlo.