La línea delgada entre mi opinión y la tuya.
Por: Julio Vallejo
Bodegón de humanos.
De tanto que entro y salgo de la cárcel; ya, hasta sé, cuántos años me dan por un delito.
El “Tama” era un joven que desde niño era bastante inquieto, su padre lo abandonó y su madre se dedicó a trabajar todo el día para mantener al resto de los hermanos. El Tama fue creciendo en el barrio, era común verlo agarrarse a golpes con todos los de la colonia ya sea para robarles las estampas, canicas, trompos o el juguete de temporada.
Entre más crecía, sus delitos también, un día llegó con un par de tenis Jordán de color negro con blanco y rojo, el tipo se sentía soñado, como todo un jugador de básquetbol en pleno vuelo para encestar la pelota en la canasta. Los del barrio le hacíamos burla cada que lo veíamos, le comentábamos que esos tenis eran para ponerlos en su repisa junto a su San Juditas.
Tras varios días transcurridos, vimos que esos tenis de basquetbolista, se convertirían en velocistas, el tipo venía corriendo escurriendo de sudor en la cara, la sal que salía del sudor, le hacía brillar una enorme sonrisa de gusto por que traía una patrulla atrás de él persiguiéndolo; esos tenis fueron multifacéticos, con la barrida que se dio parecía que llegaba al home como todo un beisbolista profesional. Pero dijeran hasta ahí llegó, los policías lo agarraron.
Después de esa ocasión, era ya común, verlo entrar y salir de la cárcel a cada rato, por diferentes delitos, la colonia tenía paz cada que el “Tama” estaba dentro de la prisión.
Salió un diciembre, se veía ya más tranquilo, pensamos que ya estaba asentando cabeza; sin embargo, esto no era así, él estaba planeando quedarse más tiempo encerrado en la cárcel, tanto que platicando con la flota, dijo: ¡si mato a alguien, me darán más años y no saldré en un buen rato, mejor lo lesiono y así mínimo son cinco años!. Hecho que sí hizo, al quitarle la sonrisa a un payasito de la calle.
Tama se había acostumbrado a la cárcel y sabía con exactitud qué condena le darían por cada delito. En una ocasión nos platicó que dentro de la cárcel había gente que es inocente y que a través del tiempo se van contaminando.
Esto es cierto, cada vez más hay personas inocentes en las cárceles, no lo digo yo, lo dice el que está allá adentro, como también lo denuncia un estudio del Open Society Institute y el Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CIDAC) recogido por el diario “El Universal”. El estudio considera la prisión preventiva como “injusta y costosa”, para ese 42% de individuos que son legalmente inocentes.
Seamos honestos, a los gobiernos no les interesa una readaptación social, a los partidos políticos solo les interesa la sociedad a la hora de votar y obvio sus presos políticos, pero los inocentes que están ahí presos con ellos de manera injusta, ¡no!. Ahora me cuestiono: ¿Qué habrá allá adentro para que el “Tama” y otros decidan quedarse encerrados?
¿Qué le hará falta a esa gente aquí afuera para pensar en eso y no en su libertad?
¿A quién verdaderamente le interesan los presos?
Y por último, ¿hasta cuándo los gobiernos o la sociedad haremos algo para evitar que haya más presos en las cárceles?.
Estos reclusos, -cabe hacer mención- también le cuestan al pueblo, porque forman parte del presupuesto de gobierno, y eso que se gasta ahí, estaría bien gastarlo en concientizar para que cada vez haya menos presos.
Estaría bien desaparecer las cárceles, esto con la finalidad de que no solo sean bodegones humanos de presuntos culpables o como en el caso de el “Tama” que solo quiere estar ahí.