La línea delgada entre mi opinión y la tuya.
Por: Julio Vallejo
“Feliz día, morenita mía”.
Tal vez lloré o tal vez reí, tal vez gané o tal vez perdí.
Ahora sé que fui feliz, que si lloré, también amé.
Voy a seguir hasta el final.
A mi manera.
El día domingo 12 de diciembre, fue muy especial para muchos y muy lamentable para otros.
La noche oscura y un silencio se hacía presente, antes de terminar el día sábado, todo en calma hasta que dieron las doce de la noche, el tiempo no espera para unos y lo detiene para otros.
Las doce con un minuto, empieza un fuego pirotécnico a salir desde la tierra al espacio en forma de un cometa anunciando el nuevo día; sin embargo, no logra llegar al espacio solo alcanza unos metros y explota, se oye un estruendo impresionante, luego no se acababa de escuchar éste, cuando sale otro y otro, frase muy escuchada en la feria, pareciera como si el cobijero de la “providencia” se ponía de acuerdo con el cohetero.
Los perros ladraban, expresando su ansiedad de ¡ya no más fuegos pirotécnicos, por favor!, mientras que los fieles cantaban las mañanitas y oraban para hacer sentir su amor y agradecimiento por la virgen.
El perro del vecino se escondía en una esquina y cada que detonaba uno, él se retorcía; por su parte, el vecino se acomplejaba y sentía impotencia de ver cómo se le saltaba el corazón en cada explosión, mientras esto sucedía la noche seguía transcurriendo.
Eran las seis de la mañana y la noticia se hacía correr como estrella fugaz, Vicente Fernández ha muerto, el “Charro de Huentitán”, el mejor cantante de música ranchera, ni para decir ahora quién le cantará a la Virgen las mañanitas, porque hasta eso tenía prohibido cantarle en la Basílica de Guadalupe. El Vaticano no permitía que él cantara, tras argumentar que los fieles sólo iban por él y no por la Virgen, opacándola; lo que son las coincidencias, murió en su día y sonó más la noticia de su muerte, que el día de la Virgen.
Todos corrían, unos por llegar a la iglesia, otros hacía el hospital para saber qué pasaría con el cuerpo del cantante, el perro del vecino seguía corriendo de pánico y por otro lado corría “Checo Pérez”.
Checo Pérez hizo una buena temporada en la fórmula 1, con el equipo de Red Bull; sin embargo, todos los aficionados de esta escudería, desearían que él fuera campeón. Pérez se sentía mal por esta actuación, ya que le tocó ser el villano de la carrera en Abu Dhabi no dejando pasar al corredor Lewis Hamilton y hacer que su coequipero Max Verstappen ganara el campeonato mundial.
Hay ocasiones en la vida que hacemos un mal para obtener un bien, en el caso de Checo se sintió mal por Lewis, y en cuanto a los feligreses y su celebración con pirotecnia, no concientizan el daño que le hacen a los animales, principalmente a los perros.
Y hablando de perros, me conmovió que el perro del vecino sufrió un infarto a consecuencia de la pirotecnia.
El vecino, enojado y decepcionado por la situación, alcanza a escuchar en la televisión la transmisión de la final del torneo de fútbol, Atlas contra León, uno tenía la mejor defensa y el otro la mejor delantera y expresa: ¡lo que me faltaba, ahora los gritos de la afición!.
Ya nos habían dado un buen espectáculo en el primer partido en Guanajuato, cosa que el segundo sería en Guadalajara, Jalisco (casa del Atlas) equipo con 70 años sin ganar un campeonato y con una afición triste por la noticia de su paisano, quien por cierto Alejandro Fernández, hijo de “Chente”, había pedido cantar el Himno Nacional al inicio del encuentro, cosa que no se concretó por la muerte de su padre.
Al sonar el silbatazo de inicio, a la porra del Atlas se le olvidó el luto, desbordando euforia al grado de lanzar una bengala a la cancha, y detener el enfrentamiento por un instante. Al reanudarse, los equipos parecían yoyos, subían y bajaban y el gol no entraba, el balón pegaba en el travesaño haciéndose rogar para el grito de la afición. ¡Por fin llegó el gol!, y los nervios continuaron porque era empate global. Llegando a tiempos extras y penales.
Momentos cardíacos, unos definían el gol, otros la fallaban, irónicamente quien tenía la oportunidad de ser la leyenda o el villano para la afición del Atlas, sería Julio Furch, el jugador menospreciado por los equipos grandes y quien no quisiera al inicio del torneo pertenecer a éste; logrará el campeonato, y reventar de emoción a la afición.
La escultura de la Virgen se hacía ver por toda la cancha ya que el jugador del Atlas, Anderson Santamaría, la levantó junto al trofeo de campeones de la Liga MX, haciendo ver una bella estampa de “fe” para finalizar el día.