25 noviembre, 2024

Por: Juan Baizabal

Hace apenas unos días, no más de un mes, con mis alumnos de la maestría en Administración Pública, vimos la película “Nuevo Orden” del cineasta mexicano Michael Franco, estrenada en octubre de 2020 y ganadora de un premio Ariel, así como del “Gran Premio del Jurado” y “Leoncino de Oro” en el Festival Internacional de Cine en Venecia, “Premio Impacto” en el Festival Internacional de Cine de Estocolmo, entre otros más.

Un largometraje crudo y violento, que refleja una realidad de “ficción” de la sociedad mexicana, donde el Estado de Derecho que guarda la Constitución Política se ve superado por actos de corrupción y vandalismo.

Se muestra un gobierno negligente y omiso en materia de salud, educativa, económica y de seguridad. Gobernantes que abusan del poder que se les otorga, manipulando, desechando y violentando las leyes a su antojo, con la única finalidad de obtener su beneficio propio. 

Lo sorprendente del filme, es justo eso, el juego del poder por parte de las fuerzas armadas, quienes, aprovechándose de la “ingobernabilidad” del pueblo, toman el control del país e instalan un militarismo como forma de gobierno.

Sin embargo, lo curioso aquí es, este caos o quebrantamiento social, no se da de manera natural, todo lo contrario, ocurre de manera inducida, es decir, motivada y causada por el propio gobierno, quien utiliza a la propia sociedad para que las fuerzas armadas tomen el control del país. Un retroceso en un sistema democrático.

Ángelo Panebianco en el Manual de Ciencia Política, define a la militarización como “aquel proceso con base al cual los militares adquieren un papel preponderante en el Estado (aunque sin dar lugar a regímenes formalmente militares) y los valores, las ideologías, los intereses de los militares van impregnando progresivamente a todo el sistema político superando a todos los demás valores, ideologías o intereses (1988).

En este sistema, la democracia corre riesgo. El respeto de los derechos humanos y de las libertades quedan coartadas y sujetas a los designios de los mandos militares. El abuso de la autoridad es superado a su máximo nivel, las desapariciones forzadas y detenciones se ejercen arbitrariamente por voluntad de quienes gobiernan. La historia nos da claros ejemplos de ello: Alemania, Japón, Irak, Brasil, Argentina y Bolivia, entre otros más.

En nuestro país, aunque no se instauró como tal un militarismo, la mayoría de los presidentes de la República han tenido una formación militar, tales como: Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, Antonio López de Santa Anna, Porfirio Díaz, Victoriano Huerta, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas del Río, Manuel Ávila Camacho, entre otros más.

En los últimos años, durante las más recientes administraciones presidenciales, ha existido la preocupación por la militarización del país, se ha debatido legislativamente sobre las acciones y atribuciones de las fuerzas armadas, sin embargo, se ha detenido todo tipo de mayor intento y, también se ha mantenido una distancia entre las acciones militares con las políticas.

El pasado sábado, durante la ceremonia del 111 aniversario de la Revolución Mexicana, el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval González solicitó abiertamente apoyar a la 4T (Cuarta Transformación), al proyecto de nación que encabeza la actual presidencia de la República, postura que preocupa, debido al involucramiento que refleja este discurso en materia política. 

Ojalá solo sea un discurso; que no haya un pacto entre el titular de la SEDENA y el presidente de la República; y que, estemos muy alejados del “Nuevo Orden”.

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